Por Groder Torres T.
Es sábado temprano (6:00 a.m), a
punto de despertarme, en el último sueño. Daniela, me despierta. Está llorosa,
balbucea para hablar, trata de explicarme. No la entiendo.
Me preocupo y me despierto mejor.
Cuando por fin logro calmarla me dice: “Papá, anoche el ratón Pérez no pudo
entrar a dejarme monedas porque la puerta de mi cuarto estuvo cerrada”.
Nuevamente llora. Luego prosigue: “No me crecerán los dientes…”.
Bueno, el ratón Pérez cada cierto
tiempo estuvo llegando a casa para dejar monedas a cambio de los dientes de
Daniela. Sólo que esta vez, olvidé dejar la puerta del cuarto abierta para que
deje las monedas y se lleve el diente. Menudo problema que tengo que resolver
sí el señor Pérez decide no volver por el diente.
Calmo a Daniela diciéndole que el
diente que no vino a recoger el señor ratón Pérez no estuvo en la lista del día
porque salió muy tarde. No alcanzó a registrarse en la lista. Tal vez mañana este
de vuelta. En realidad no estoy seguro que regrese.
Todo el sábado estoy investigando
donde encontrar al buen ratón Pérez. Investigo en internet. Me doy con la
sorpresa que tiene una residencia muy lejos de acá. Está en Madrid, en la Calle
del Arenal N°8. También encuentro una cuenta de correo electrónico en donde le escribo
de la siguiente manera:
Estimado Señor Pérez; le pido mil disculpas por obstruir su trabajo de
anoche. Sin pensar, dejé la puerta de la habitación cerrada lo que ha impedido
que usted recoja el diente de Daniela. Esto lo ha decepcionado mucho.
Le solicito, por favor, esta noche pase nuevamente por mi casa para
llevarse el diente. Esto hará muy feliz a mi hija porque estará segura que le
volverán dientes hermosos.
No pasó ni diez minutos y me responde:
Amable señor, el diente que no ha sido recogido por cualquier
circunstancia ajena a mi voluntad no puede volver para recogerse. Volveré
cuando haya otro diente por recoger.
Ya es mediodía, estoy a punto de
confesar a Daniela que el ratón Pérez no regresará por el diente. Me ocurre una
idea, si tenemos otro diente volverá. Pienso hacer un pequeño engaño, una
trampa al diminuto ratón. Entonces decido revisar todos los dientes de
Daniela y encuentro que uno está un poco débil. Nos pasamos la tarde
moviéndole de la izquierda a la derecha, hacia dentro hacia a fuera. En un par
de horas el diente salió. Tenemos otro diente para el ratón Pérez. Haremos que
regrese esta noche. Haremos que regrese, no por uno sino por dos dientes.
Daniela está feliz porque por fin
logro sacar al diente que le daba miedo y por lo afortunada que sería porque
tendrá dos monedas y no una.
En la noche nos preparamos para
esperar al ratón Pérez. Ponemos los dos dientes en una porción de algodón sobre
el velador al costado de la cama de Daniela. Esta vez me aseguro dejar la
puerta de la habitación semi abierta y yo intento no dormir profundamente para escuchar
su llegada. Por momentos me quedo dormido. Dejo la puerta de mi
habitación semi abierta; cerca de la media noche, primero veo una silueta
dibujada por la sombra de una tenue luz del foco. Un pequeño ratoncito con su
sombrero de paja, lentes de oro, zapatos de lienzo y una mochila colocada a la
espalda, mira de un lado a otro, entra a la habitación, encuentra los dientes.
Yo me acerco sigilosamente para observar. Veo que coge los dos dientes, y puedo
escuchar que murmura: “Qué interesante, dos dientes. Debería dejar solo una
moneda. Se quedarán dos monedas”. Saca de su bolso dos monedas y las reemplaza
con los dos dientes y se marcha. Yo solo observé el momento.
Al día siguiente, Daniela se
despierta feliz. Corre por la casa, me muestra las dos monedas que el ratón
Pérez le dejó. Está contenta porque le crecerán dos nuevos dientes hermosos.
Me alegro porque logré engañar al
pequeño ratón, sin embargo, dos días después por SERPOST me llega una factura por
pagar que dice: por servicio de recojo de un diente de leche extra, más exceso
de carga, más adelanto para cambio de diente, más impuestos al crecimiento.
Solo me queda pagar la factura y
entiendo la importancia de no tratar de sacar la vuelta a la dinámica natural
de las cosas, tampoco solicitar un servicio extra sin antes informarme de sus
implicancias económicas.
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