CUIDA LOS MONTES O SE PERDERAN LOS PLACERES

lunes, 14 de marzo de 2011

LA KODAK VR35 DE MI MAMÁ (PARTE V)

LAS GENERACIONES DE LAS FOTOS (Primera Parte)



Por Groder Torres T.

Recuerdo perfectamente aquel remoto año 2012. Tiempo en la que la tierra y nosotros cambiamos. Aquel año mi mamá guardo entre sus objetos más preciados, varios cientos de negativos y fotos en un pequeño cofre que yo le había regalado en una ocasión. Todas las sociedades pequeñas y grandes de toda la faz de la tierra se habían organizado para guardar información, semillas, especies animales en todas sus formas. Cada sociedad guardó de la forma más inteligente que pudo. En todas partes se construyeron búnkers y arcas para protegerse de lo que decían el exterminio natural y preservar alguna parte de la vida de la tierra.

La sociedad, a la que yo pertenecía, decidió que lo mejor sería proteger cuanta información y semilla alcanzará en una pequeña arca, revestida de un material que se parecía al acero, nos decían que era capaz de soportar elevadas y bajas presiones y temperaturas. El arca que se parecía a una pequeña caja había sido entregada por nuestros científicos de la NASA, en la parte exterior, en bajo relieve llevaba el siguiente código: CC-XXIL-P-2012. Con el alcalde de Cuñumbuque le pusimos como nombre “Don Luis” porque se parecía al baúl de monedas de don Luis; en donde guardaba sus devaluadas y viejas monedas que había dicho que cuando muriera serviría para cerrar su nicho. Estas monedas se quedaron con él porque no las gastó durante la crisis financiera que nuestro país sufriera en la década del 80 del siglo XX.


Entrando el solsticio de invierno, se seleccionó la información y las semillas que la gente había hecho llegar a la autoridad. Entre ellas un cofre lleno de negativas y fotos. Habíamos recibido instrucciones para que al finalizar el decimotercer ciclo B'ak'tun, en nuestro calendario diciembre del año 2012 del siglo XXI, procediéramos con nuestro pequeño “Don Luis”. Así lo hicimos, nos reunimos mucha gente en la pequeña playa debajo el puente que atravesaba el río Mayo. Se improvisó una pequeña ceremonia, en donde el sacerdote de la comunidad, en una corta misa, manifestó plegarias y hablo de la esperanza que Dios daba a todos los hombres en el paraíso. Por su parte del alcalde del distrito emotivamente dijo: “Parece que como sociedad estamos llegando a nuestro fin. Este mundo que parece no tener esperanzas para nuestros hijos, les digo que llegado su momento nuestros héroes saldrán a luz trayendo la antorcha de la vida y la esperanza. No desanimemos, no caigamos en la desesperanza de alguna forma trascenderemos; 10,000 años de vida en esta tierra nos da la experiencia y la habilidad para sobrevivir y adaptarnos. Las montañas, los ríos, los mares y el cielo en esta época final serán nuestros protectores; nuestros héroes guiados por Dios nos encaminaran a un nuevo mundo. Ahí seguramente nos encontraremos con esta nuestra arca “Don Luis” que ahora transportará la prueba de nuestra existencia y se alejará llevando una buena parte de lo que somos ¡no porque moriremos!, ¡no porque nos extinguiremos! sino porque nuestro mundo vivirá más allá de nuestra propia existencia”. A este momento había venido gente de todos lados del distrito que sus rostros entristecidos se llenaron de luz y esperanza. Al terminar las palabras del alcalde, la gente aplaudió enérgicamente al mismo tiempo que “Don Luis” era depositado en el centro del río y bajó lentamente cargada por las aguas del río Mayo, pues no era pesado, más bien era liviano...


…Días después fuimos testigos del inicio del gran cambio. Empezó en los cielos. El cielo que yo conocía que era de color siempre azul, de día se volvió de color rojizo como un ladrillo y por las noches se podía apreciar auroreas australes de las más bellas e impresionantes. Con mis amigos nos reuníamos en el campo de fútbol para apreciarlas y descifrar a quienes se parecían las figuras de colores que se dibujaban en pleno cielo. Para ser más o menos preciso cada noche en el cielo las auroras australes dibujan varias decenas de rostros y muchos de ellos creíamos conocer. Además, durante varias semanas, algunas noches eran interrumpidas por el paso de cientos de naves de diferentes formas, colores y tamaños. Todos se desplazaban de este a oeste, unos más lentos como caminar, otros más rápidos como ir en coche y otros a la velocidad de la luz. En verdad era todo un espectáculo porque el cielo se llenaba de formas, colores y el sonido se asemejaba al zumbido de un panal de abejas.

En una de esas noches que regresaba del campo de futbol a mi casa caminando por las calles polvorientas y alumbrado sólo por mi pequeña linterna porque el servicio de energía eléctrica y las comunicaciones se había interrumpido por las constantes tormentas magnéticas que azotaban todo el hemisferio sur del planeta, iba pensando en el futuro incierto y; de pronto en medio de la calle divisé que había un bulto blanco. Al instante me asusté como nunca, de inmediato recordé en esas historias que solían contar viejos montaraces sus experiencias con bultos blancos en medio del camino que terminaba siendo una alma de persona muerta y que después de librarse eran perseguidos por los silbidos de “tunchis” y “malignos” llegando a casa con las justas emanando espuma por la boca. Pensé que esta vez me tocaría pasar por ese tipo de experiencia y detuve mi caminar. Traté de alumbrarlo con mi linterna pero su luz era tenue. Sólo pasaron unos segundos que me pareció horas y el bulto empezó venir hacia donde estaba. Instintivamente me acosté en el suelo polvoriento y en eso noté que el suelo olía a metal quemado, olor que sin duda venía de la profundidad de la tierra.

El bulto blanco al detenerse muy cerca y a mi frente, pude notar que tenía la figura de una persona pero cubierto por una especie de manto blanco que cubría parte de su rostro. Aparentemente bajó la mirada y dejó caer una especie de cartera antigua de tamaño mediano y se alejó. No sabía si coger o no la cartera, alumbré con mi linterna y observé que la cartera era uno de cuero común y corriente. Asumí que el bulto blanco había sido una persona que estaba jugándome una pesada broma, me sentí tonto, no era un buen momento para jugar así. Entonces tomé la cartera y regresé a casa.

Ya en casa abrí la cartera y en el interior había un papiro y una piedra del tamaño de mi puño pero que no pesaba igual que una piedra del mismo tamaño. El papiro estaba escrito en una lengua que no conocía, parecían jeroglíficos. Con mi padre pasamos un par de horas examinándolos, hasta que nos cansamos y decidimos ir a dormir.


Al siguiente día me desperté al oír voces y sollozos en la calle. Salí para ver que estaba ocurriendo y me encontré que toda la gente estaba en la calle mirando hacia arriba. Levanté la mirada y pude ver que en el cielo no solo había nuestro viejo sol sino que había varios otros soles, cuatro en total. Aunque no se podía ver muy bien de forma directa por el resplandor enceguecedor, me quedé observando por un largo rato a nuestros nuevos soles. Entre la gente escuche muchos murmullos y comentarios y eran de resignación porque pensaban que esos eran los últimos días.

Sentí mucho calor, decidí bañarme con el agua de un bidón y mientras lo hacía a mi mente empezó a llegar imágenes, códigos y palabras que nunca había visto. Sólo entendí la siguiente frase: inca 6124 pachacuti. Corrí a revisar el papiro y entonces pude entender todo lo que estaba escrito. Era un mapa, había instrucciones sobre el uso de la piedra que no era piedra. Comprendí que el bulto blanco era una especie de mensajero que venía de algún lugar hacerme esa entrega.

Revise con detalle el mapa. Había un lugar marcado que nosotros conocíamos como ponguito. El lugar exacto estaba al pie de la colina. Hice saber a algunas personas a cerca de la información del mapa y con ellos nos trasladamos al lugar. Este lugar era un pasto, árido, casi sin árboles y no tenía nada de especial, tampoco había señal de lo que el mapa quería decir. Deduje que tal vez se trataba de algo que había que excavar para encontrarlo, así que marcamos el lugar exacto y con la ayuda de 10 personas nos dispusimos hacerlo. El punto estaba a 23 pasos del camino a la mano derecha, entre dos piedras medianas, una sedimentaria y otra metamórfica. Yo me acerqué a la marca, con un machete en la mano hice la señal para iniciar la excavación introduciéndolo en el suelo. De pronto todo el lugar comenzó a temblar y desde el suelo, que olía a metal quemado, se levantó una especie de monolito de piedra de dos niveles. En una de ellas había un pequeño orificio del tamaño de un puño. Justo del tamaño de la piedra de la cartera, pensé.

A las personas que estaban ahí les dije que probaríamos porque no sabíamos de lo que se trataba para eso deberíamos seguir las instrucciones del papiro. Puse la piedra que no era piedra en el orificio y de inmediato desde ese punto salió un destello de luz blanquecina, el mismo que cubrió todo el lugar. Al lado izquierdo del monolito se abrió una especie de puerta hexagonal y apareció una escalera que llevaba al interior en forma de caracol…
continuará

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