Era un domingo caluroso, estaba en casa. Había extinguido en varias oportunidades a un grupo de hormigas que llegaban en fila india hasta la mesa del comedor para invadir el taper con azúcar. La batalla emprendida por las hormigas por la posesión del taper parecían decididos a ganarla; cada que las había visto sobre ella las eliminaba de las formas más crueles, las quemaba con el encendedor, las ahogaba con agua caliente, las aplastaba. Pero seguían llegando. Parecía que toda la colonia estaba dispuesta a conquistar no solamente el taper sino toda la cocina.
Nunca había visto llegar a esas hormigas a mi cocina. Todas trabajaban muy ordenada y presurosamente, cargaban todo lo que parecía ser alimento y estaban ahí dándome trabajo.
Antes de sentarme a almorzar con Maggie y Daniela, por última vez las había desterrado de la mesa. Mientras almorzábamos, Maggie me dice: ¡Hay unas guanábanas grandotas en el árbol del costado!, ¡creo que están maduras!, ¡saldría un buen refresco!. Mi vecino, tiene un hermoso árbol de guanábana que sus ramas llegan hasta la terraza de mi casa, en ese momento ellos no están.Veo exactamente 3 hermosos frutos que péndulan con la brisa del mediodía. Subo al segundo piso de la casa para ver si desde ahí puedo tomarlas, pero están un poco alejadas. Entonces decido cogerme del árbol y trepar por ella sujetándome de las ramas. ¡Rayos!...¡hay hormigas por todos lados!. Me pican en las manos, los pies, la cabeza, las orejas, se meten por mis calzoncillos, me pican hasta en el escroto. Y no logro llegar a las guanábanas.
Nunca había visto llegar a esas hormigas a mi cocina. Todas trabajaban muy ordenada y presurosamente, cargaban todo lo que parecía ser alimento y estaban ahí dándome trabajo.
Antes de sentarme a almorzar con Maggie y Daniela, por última vez las había desterrado de la mesa. Mientras almorzábamos, Maggie me dice: ¡Hay unas guanábanas grandotas en el árbol del costado!, ¡creo que están maduras!, ¡saldría un buen refresco!. Mi vecino, tiene un hermoso árbol de guanábana que sus ramas llegan hasta la terraza de mi casa, en ese momento ellos no están.Veo exactamente 3 hermosos frutos que péndulan con la brisa del mediodía. Subo al segundo piso de la casa para ver si desde ahí puedo tomarlas, pero están un poco alejadas. Entonces decido cogerme del árbol y trepar por ella sujetándome de las ramas. ¡Rayos!...¡hay hormigas por todos lados!. Me pican en las manos, los pies, la cabeza, las orejas, se meten por mis calzoncillos, me pican hasta en el escroto. Y no logro llegar a las guanábanas.
Las desdichadas hormigas no solo se habían apoderado de mi cocina y del taper de azúcar sino que se habían apoderado del árbol de guanábana y se dirigían hacia los frutos. Un poco molesto por lo inoportunas, decido por la mala apoderarme de los frutos. Entonces con un largo palo y con mucho cuidado logro cogerlas. El mejor fruto se cae al piso y se aplasta, me quedo con 2 frutos, Maggie y Daniela se ríen porque al final logramos hacernos un buen refresco de guanábana.
Han pasado unas cuatro horas desde el inicio de mi batalla con las hormigas, me dirijo a la cocina recargado y decidido a exterminarlas por completo. Para eso me compre un poderoso insecticida, uno de esos prohibidos, pero que todavía te venden en las tiendas. Oh! Sorpresa, no hay ni rastros de ellas, me pregunto que las habría pasado. Quizás se dieron por vencidas o llenaron sus almacenes con tanta comida que se cargaron. Para mi es mejor, no hay hormigas con quien pelear!. Camino por la terraza y no veo la guanábana que se había aplastado al caer. Pero miro fijamente el lugar y me doy cuenta que las hormigas han dejado el árbol para ir detrás del fruto aplastado. La taparon por completo con tierra del lugar, no se puede notar, pareciera que la quieren esconder. Quizás la quieren esconder de nuestro súbito antojo, pienso.
En fin, es domingo dejo en paz a las hormigas y me dispongo hacer una siesta. No ha pasado ni media hora cuando de la nada empieza una torrencial lluvia que inunda toda la huerta y el agua se desplaza como grandes ríos. Le digo a Maggie: Ojala esta lluvia haya terminado con las hormigas y con sus días de invasoras o quizás se han ido antes porque sabían que llovería.
La lluvia se prolonga hasta entrada la noche. Ahora toda la huerta esta mojada y el ambiente esta fresco.
En fin, es domingo dejo en paz a las hormigas y me dispongo hacer una siesta. No ha pasado ni media hora cuando de la nada empieza una torrencial lluvia que inunda toda la huerta y el agua se desplaza como grandes ríos. Le digo a Maggie: Ojala esta lluvia haya terminado con las hormigas y con sus días de invasoras o quizás se han ido antes porque sabían que llovería.
La lluvia se prolonga hasta entrada la noche. Ahora toda la huerta esta mojada y el ambiente esta fresco.
Es casi de noche, prendemos las luces, Daniela juega en la sala con sus barbie´s y Maggie se dispone a preparar la cena. Yo enciendo la TV, cuando un fuerte canto de búho nos inquieta; se escucha como si viniera de adentro la casa. Tiene un canto particular, salgo a la terraza para indagar la procedencia y me doy cuenta que está parado sobre el árbol de guanábana. Inicialmente pienso que canta para reprocharnos porque yo y las hormigas hemos tomado los frutos de guanábanas en un arranque antojadizo, pero parece feliz cantando. Llamo a Daniela para que conociera al búho, por un rato canta, se deja ver y luego se marcha.
Son las siete de la mañana del lunes, es un día luminoso con buen sol, nos preparamos para salir de casa, Maggie y yo a trabajar, Daniela al jardín. Pero antes me doy una vuelta por la terraza y veo que la guanábana aplastada, las hormigas la han descubierto de la tierra con la que había sido tapada el día anterior para protegerla de la lluvia y miles de ellas transportándola, quizás al hormiguero. Unos metros más allá otras miles de hormigas felices y en fila india dirigiéndose al parecer a mi cocina. Casi podía escuchar sus himno de marcha.
Son las siete de la mañana del lunes, es un día luminoso con buen sol, nos preparamos para salir de casa, Maggie y yo a trabajar, Daniela al jardín. Pero antes me doy una vuelta por la terraza y veo que la guanábana aplastada, las hormigas la han descubierto de la tierra con la que había sido tapada el día anterior para protegerla de la lluvia y miles de ellas transportándola, quizás al hormiguero. Unos metros más allá otras miles de hormigas felices y en fila india dirigiéndose al parecer a mi cocina. Casi podía escuchar sus himno de marcha.
A media mañana Maggie me llama al celular para decirme que se ha hecho una prueba de embarazo y esta ha salido positiva. Yo estoy feliz y empiezo a comprender mejor sobre la capacidad de las hormigas para planificar y predecir los cambios en el clima, la sabiduría del búho y luego pienso en lo rico que quedaron las guanábanas en refresco.
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