CUIDA LOS MONTES O SE PERDERAN LOS PLACERES

miércoles, 5 de enero de 2011

AGRADECIMIENTO

Por Marco A. Saldaña Hidalgo


“Señor, no es posible morir
si en la vida nada se deja
…aunque para la muerte nada es imposible” (César Vallejo)



“Marco Saldaña ha muerto en un accidente mientras manejaba una moto en la carretera a Yurimaguas…al parecer no resistió la operación que le practicaron”. Fue la noticia que el lunes al mediodía empezó a circular por diversas personas que, preocupados y consternados por el hecho, comenzaron a llamarse unos a otros para confirmar la noticia. En verdad, la noticia ha sido muy dura para muchos y eso me ha conmovido bastante y creo mantener una deuda perenne.
Para la coincidencia, el lunes por la mañana he llamado a las personas con quienes tenía que reunirme durante el día para comunicarles que no iba a poder estar en la cita porque viajaba de emergencia a Yurimaguas, no daba el motivo, y les pedí que todo lo trasladáramos a partir del miércoles. De modo que comenzaron a asociar la noticia con mi viaje y las circunstancias, así que el rumor resultaba siendo verdad.


A las 13:54 horas recibo la primera llamada al celular y noté un respiro enorme al escucharme; luego con más calma me comenta lo que estaba pasando y el alboroto que se estaba armando. Le iba decir que “haciendo honor a tu título de “chismoso”, me traes esta noticia, pero a mi juicio ya resulta un exceso”; pero me contuve y entendiendo la magnitud de la información le respondí lo siguiente.


“Primo, Pipo, yo estoy bien, conmigo no pasó nada. Fue mi padre quien falleció la tarde de ayer domingo, luego de sufrir un accidente en la madrugada del sábado 1 de enero”.


Luego vinieron las sucesivas llamadas de preocupación y alivio al escucharme. Uno de ellos me recomendó llamar a mi madre para prevenir alguna desgracia. Tuve que hacerlo y fue un acierto: mi madre ya informada de lo que estaba ocurriendo supo dar la misma respuesta y contener las preocupaciones.


La noticia no fue una mala intención; pero sí hubo un error. Tal vez del informante, porque el deceso de mi padre no ocurrió el día lunes en un accidente en la carretera Tarapoto – Yurimaguas; tal vez del oyente que se dejó llevar por el apelativo de “peruanito”. Pues, mi padre ha sido muy popular en Yurimaguas con el sobrenombre de “El peruanito” y con este apelativo “bautizaron” a toda la familia Saldaña de la calle Jáuregui Cuadra 7 – Yurimaguas, incluidas las esposas de mis tíos. Y aunque yo esté viviendo toda mi vida entre Cuñumbuque y Tarapoto, el apelativo también me ha llegado, y con fuerza, por encargo de una Sra. Yurimaguina que llegó a vivir en Cuñumbuque con su espeso cuñumbuquino y cuyos restos descansan en paz desde hace ocho meses.


Desde luego que, recibir una noticia sobre la muerte de mi padre, no ha sido nada grata para mí, aunque nunca hemos vivido juntos, le he tenido siempre presente, sin rencor ni resentimiento y nos saludábamos con mucha cordialidad cuando nos encontrábamos en Yurimaguas en mi paso a San Lorenzo. Y desde agosto del año pasado he tenido planes de visitarlo para tomarme algunos tragos con él y conversar sobre sus anécdotas y preguntarle cómo fue ese día cuando llegó la supervisión de Iquitos y lo encontraron tendido sobre su microscopio en el laboratorio del Hospital Santa Gema; pero el médico encargado de la supervisión, que no se dio cuenta que estaba dormido, ordenó no molestarlo porque puede estar a punto de encontrar la causa de alguna de las enfermedades que azotaron la selva baja en aquellos tiempos; pues mi padre, a la hora del refrigerio, se había ido a tomar unos tragos con otro colega que había cumplido sus años. O cuál es la historia del “peruanito”. Pero nunca he podido destinar ese tiempo para tal visita.


He comenzado este artículo con unos versos del gran vate peruano César Vallejo, para decirles que hasta hoy he hecho muy poco o casi nada que merezca morir en la plenitud de mi juventud (si me permiten este concepto a los 36 años, pero así me siento), mucho menos al comenzar un nuevo año, sabiendo que, en paráfrasis a Vallejo hay mucho por hacer. Y por eso mismo, amigos, quiero expresarles mi profundo agradecimiento por las preocupaciones y desequilibrios emocionales que les he causado; por las llamadas que he recibido, por las lágrimas que, inmerecidamente, han derramado por mí; por las aflicciones, por las penas…gracias, por hacerme entender que no estoy solo…mi gratitud será aferrarme a la vida para hacer algo que merezca la pena morir dignamente, con el deber cumplido.


No obstante, completando el epígrafe, “…para la muerte nada es imposible”. He sido testigo de la fatalidad que acompaña al ser humano; personas que apenas despertaban en el esplendor de la vida, o empezaban a esbozar sus primeros proyectos, o sus primeros pasos se despidieron para siempre de este espacio vital. Aquellos viven en nuestra memoria y nos ayudan a comprender que “la vida vale por el uso que de ella hacemos, por las obras que realizamos, no ha vivido más el que cuenta más años, sino el que ha sentido mejor un ideal y con ello es consecuente” (José Ingenieros)

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